martes, 19 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Tres sueños




Triunfo Arciniegas

Tres sueños


En uno de los tres sueños de anoche tenía cinco manuscritos de dos versiones de una novela. Debía identificar cuáles correspondían a la primera y segunda parte, es decir, cuáles conformaban la última versión de la novela para continuar el trabajo. Tal vez se acercaba la fecha de un concurso. Octavio Escobar enfrentaba un problema semejante. “Ya sé”, dijo. Recogió sus manuscritos ycse fue. Me dije que debía tener paciencia. Que terminaría resolviendo el asunto.

En el segundo, esperábamos el autobús en un pueblo perdido de la ruta. Éramos muchos y pasaban muy pocos autobuses. No sé con quién viajaba, pero contábamos con una ventaja: habíamos comprado tiquetes. Se trataba del retorno y teníamos tiquetes de ida y vuelta. Tal vez tendríamos una disputa por las sillas con alguna pareja cuyo viaje cubría la ruta completa. En otra escena del mismo sueño corríamos como locos hacia los autobuses repletos. Y en otra ya estábamos acomodados en la parte trasera del autobús. Una pareja viajaba con dos niños. La mujer dijo que la niña era adoptada y muy especial. Leía con pasión, devoraba libros. Tenían que mantener una fuerte provisión para cumplir con su ritmo de lectura, y debido a los incidentes del viaje estaban cortos. En realidad, se habían quedado sin nada, ni siquiera una revista o un periódico. Dije que tenía la solución y pedí permiso  para esculcar los gabinetes superiores del equipaje. Me subí en una silla y no encontré nada mío. Saqué algunas prendas de mujer y seguí esculcando. Con el movimiento todo estaba muy revuelto. Encontré una caja de cartón vacía. Me pareció que era mía. Empezaron a aparecer libros. La niña estaba al borde de un ataque. Los libros eran de otros autores, y querían obsequiarle a la niña un título mío. Al fin encontré la segunda edición de La muchacha de Transilvania y otras historias de amor. La niña me arracó el ejemplar de las manos. Quería dedicárselo pero no podía interrumpirla. La niña estaba devorando el libro.

En el tercer sueño, mientras sostenía una pelea a cuchillo, me transformé en hombre lobo.

19 de marzo de 2024


Messi merecía el Oscar

 

Messi

Triunfo Arciniegas

MESSI MERECÍA EL OSCAR

Si han visto “Anatomía de una caída”, de Justine Triet, reconocerán que el perro merecía un Oscar. Impresionante su actuación como Snoop. La escena de las pastillas resulta francamente memorable. Hermoso animal, además. Se llama Messi porque fue “el más pequeño de la camada”. Viajó desde Francia hasta el teatro Dolby de Los Ángeles para honrar la ceremonia y, de paso, orinar sobre la estrella de Matt Damon en el Paseo de la Fama.

“Anatomía de una caída” esculca sin piedad las tensas relaciones conyugales de dos escritores. La película empieza con la muerte del marido. Luego sabremos que no le iba bien con su oficio y cargaba la culpa de la desgracia del hijo, que perdió la visión en un accidente, mientras la mujer ha conseguido el éxito y ahora debe enfrentarse a la acusación de homicidio. 

Una pequeña parte de la trama me interesa sobre manera. Se sabe que hombre abandonó treinta páginas de un proyecto que la mujer retomó y transformó en una novela de trescientas. En las discusiones el hombre la acusa de “saqueo”. Absurdo razonamiento, que sólo sirve para disfrazar su fracaso como escritor. Es como si Álvaro Mutis hubiese discutido con García porque, después de pedir permiso, escribió “El general en su laberinto” a partir de un abandonado proyecto de Mutis.

La película ganó el Oscar al mejor guión. Muy merecido, por cierto. También lo merecía la protagonista, Sandra Hüller, impresionante actriz políglota. Y Messi, ni más faltaba.

11 de marzo de 2023




domingo, 17 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Toda la belleza del mundo

 

Lo

Triunfo Arciniegas

TODA LA BELLEZA DEL MUNDO

16 de marzo de 2024


He sembrado muchos árboles en mi vida pero este era el más grande. El único fuera de La Mancha, mi territorio, y creo que alcanzaba los quince metros. Era mucho más alto que mi casa de tres pisos. Lo sembré hace veinte años.

Hoy vinieron a derribarlo.

Me di cuenta demasiado tarde.

¿Con qué derecho atentan contra la belleza del mundo?




sábado, 16 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / El robo del camión

 

Autorretrato inconclusok 2024



Triunfo Arciniegas
EL ROBO DEL CAMIÓN
15 de marzo de 2024
 
Anoche robé un camión. Nunca había hecho algo así. Es algo que nadie espera de mí. Las caras de la moneda se han mezclado en una sola sopa donde resulta difícil separar los sueños de los hechos. Mi vida no volverá a ser lo que era. Debo contar el día para que se entienda la noche. Había una tarea pendiente, aplazada como tantas otras: aprobar y firmar la renovación de los contratos de dos libros de Fondo de Cultura Económica de México, Carmela toda la vida y El rabo de Paco. Como le hace falta mantenimiento a la impresora y me resulta difícil leer y desmenuzar un texto en pantalla, reenvío el correo con los archivos de los contratos a una papelería cercana y luego pienso que mejor los llevo en una memoria. Los bajo, los busco, los guardo después de asegurarme de no confundirlos con los que me enviaron a finales del año pasado con adelantos ridículos y porcentajes que pueden mejorarse. Voy a la papelería y me imprimen dos copias de cada contrato: veinticuatro páginas. Leo o trato de leer. Firmo dos copias y le pido a María que las escanee porque puede hacerlo en uno o dos minutos. Acaba de ocurrírseme la idea y me ahorro por lo menos dos horas de trabajo. Lo que hago en casa es tomar dos o tres fotos de cada página para seleccionar la más adecuada y mejorarla. Y así con todas las páginas. Más de dos horas: son doce páginas. Así que siento el alivio de volver a casa con los contratos firmados y listos para enviar. Y con cuatro botellitas de la miel de abejas que le traen a María de Herrán, pura, buenísima, para los mecánicos. En esta vida uno debe andar bien con el médico, el abogado y el mecánico.

Leo los contratos en la cama. No han atendido todos mis requerimientos, aunque sí los fundamentales del adelanto y los porcentajes. No quiero dilatar la diligencia. Me avergüenza hacerlos esperar más. Envío los contratos a México diciéndome que del ahogado el sombrero. Son las once de la mañana. Pienso almorzar fuera. Es temprano. Voy con la camioneta para que Manuel le revise las luces porque anda tuerto. René y yo trajimos la Ford Explorer de Cuatrovientos el sábado. Subió bien a pesar de que estuvo guardada como tres años. Fuimos a La Mancha el domingo en la mañana y todo bien. Subió la montaña como si nada. Hace una semana aprobó el examen técnico mecánico. El único lío son las luces. Manuel deja la tarea en manos de su hijo, que nunca había visto antes. La confianza es con Manuel. El hijo da vueltas. Dice que se debe cambiar una cosa y la otra. Da una solución y luego otra: ambas caras. Al fin le pido que deje las luces como estaban. Cierra, asegura y le pregunto cuánto. Diez mil pesos y todo sigue igual que antes. Manuel me aconseja que vaya donde el Rayo, su antiguo aprendiz, pero le replico que es un tirano. “Anda enfermo”, dice. También Carmelo, su ayudante, que acaba de pasar por el taller. ¿Quién no anda enfermo a estas alturas? Mirando hacia el río, Manuel habla de la terrible circunstancia de envejecer y enfermarse. Ya estamos viejos. Si envejecieron criaturas tan divinas como Jessica Lange y Jodie Foster en el país de los sueños, qué se puede esperar de los pobres mortales en el culo del mundo. Me despido. Le escribo a René que aprovechemos el viaje de Jairo el próximo domingo para que revise el sistema eléctrico no solo de la Hammer sino de la Explorer. Ya es más de mediodía. Darío no abrió el restaurante. Tal vez viajó a una cita médica. Ya es más biónico que yo, que tengo ojos de vidrio, pata de palo y corazón de piedra. Voy en la Explorer a un restaurante que quiero conocer y encuentro que tampoco abrieron. Sigo hacia mi casa y me preparo un café. Me siento bien, con los contratos salvé el día. Jairo resolverá el problema de las luces. Cambiará el amasijo de cables. Tengo la tarde libre para Netflix pero me duermo casi de inmediato. La noche anterior fue breve. Me despierto preguntándome si Alejandra pasó o no. Le escribo. Nos vimos cuando estaba donde Manuel. Apareció de camino a casa de su madre, donde va a comer todos los días, y conversamos un rato de asuntos prácticos. Se encarga de mis pagos. Me pregunta si ya llegó el recibo del agua y queda de pasar por mi casa más tarde. No lo hace. Lo sabré más tarde por un mensaje suyo. Netflix queda pendiente porque se me va el resto de la tarde y parte de la noche en dos textos: uno sobre la arrogancia de los críticos a propósito de En agosto nos vemos y otro para responder los insultos de un petrista. Voy a la cocina por más café y un huevo. Aparece un asunto con otra editorial. Me enviaron un formato para elaborar dos cuentas de cobro y se me olvidó. Volvieron a escribirme y me puse a la tarea. Las envié y dijeron que no. Que el pago estaba incluido en el adelanto. Y ahora otra persona de la misma editorial me escribe para decirme que siguen esperando las cuentas de cobro. ¿En fin qué? Dejo el asunto para mañana. Converso con Susana, que perdió a su padre el sábado, le envío una broma a mi querida y vieja amiga Ana Beatriz y adelanto un asunto sagrado con Piedad. La negra Eufemia cumple años la semana entrante. ¿Qué voy a hacer? La madre de Alejandra cumple el mismo día, pero ya no tengo velas en ese entierro. Lamento que tampoco en el de Tana, otra del mismo día. Uno de los espectáculos más bellos de mi vida. Me duermo viendo un documental sobre una pintura de Da Vinci, un descubrimiento reciente. El televisor se enciende y se apaga solo una y otra vez y en la madrugada lo descubro debajo de mí. Ha contribuido a la zozobra del robo del camión.

No es el único percance. Tengo otra vez la más horrible de las pesadillas: soy profesor. Y termino haciendo lo que se me da la gana. He repartido pizza y cerveza entre los estudiantes. La rectoría se incomoda. Recogemos cajas y botellas para borrar los rastros del banquete. No se trata en realidad de un banquete sino de una humilde comida. Pero los muchachos la han pasado bien y eso me alegra. Creo que las evidencias terminan en el camión. Voy de delito en delito. Hace un momento recordaba más cosas del camión y no sabía nada del banquete. Busco un sitio para dejar el camión. Todos los alumnos se han ido. En algún momento saltaban como cabras. ¿ A dónde han ido? Tienen sus asuntos. Sus cuentos propios. Necesito saber qué tan complica es la situación. Qué posibilidades tengo. ¿Cómo me metí en este lío? No puedo precisar los detalles del robo. Estoy preocupado por algo más que el camión. Tiro hilos de la madeja de los sueños como si fuesen los cables de la Explorer. ¿Habrá una explosión? Se ve todo tan tranquilo pero nunca se sabe. La ciudad se parece a Montevideo. Estaciono el camión en una calle tranquila y más tarde me acerco en una moto. Veo policías por todas partes. Unos doce, por lo menos. Empujan el camión como si fuese un juguete. Tengo el casco y lentes oscuros. Paso desapercibido. Me alejo. Necesito un teléfono público para advertirle a René que no me llame. Como todo bandido, voy a desaparecer mientras se calman las cosas.

Los gatos se impacientan. Son más de las cuatro de la mañana y estoy escribiendo con el índice derecho en el celular desde antes de las tres. Voy a darles el desayuno. Netflix sigue pendiente.




viernes, 15 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Los perros y los críticos

Foto de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
LOS PERROS Y LOS CRÍTICOS
14 de marzo de 2024

Hemingway decía que los críticos exhiben la arrogancia de un perro sobre un león muerto. Y aparecen en estos días hasta debajo de las piedras. Uno dice, con asco, que En agosto nos vemos es mala y pretende enseñarle a García Márquez hasta el uso del adjetivo, furioso porque el maestro no escribió el libro a su antojo. Y otro tiene el descaro de considerarla “una obrita desechable que pudo haber escrito cualquier aprendiz de escritor”. ¿Puede alguien llegar a ser tan pendejo, tan estúpido? Otros respaldan y repiten como loros los comentarios ajenos sin cumplir la tarea de leer el libro. Esos son los peores.
Es como si consideraran que denigrar los enaltece o los convierte en autoridades. Jairo Aníbal Niño me dijo una vez: “Son eunucos enseñando a hacer el amor”.

Los críticos arrogantes olvidan que García Márquez publicó en la revista Cambio el primer capítulo de la novela el 5 de abril de 1999 y el tercero, “La noche del eclipse”, el 19 de mayo de 2003. Para entonces García Márquez disfrutaba aún de sus facultades mentales y no arriesgaría su inmenso prestigio publicando textos desechables. Los otros cuatro capítulos se leen con igual entusiasmo. ¿Entonces qué? La obra es redonda y convincente, sin cabos sueltos, con un equilibrado manejo del espacio que mantiene en su lugar la vida conyugal y las experiencias de la isla. Un párrafo conduce a otro con la fluidez de los manantiales. Tanto la seducción como las relaciones familiares se leen sin tropiezo. Imagino a Hemingway preguntándose qué saben los perros de rugidos.

He leído tres veces la novela y me encanta. No es Cien años de soledad porque no habrá otra ni en un siglo. No exhibe la sólida estructura de Crónica de una muerta anunciada ni la deslumbrante orfebrería de El amor en los tiempos del cólera ni la precisión de relojero de El coronel no tiene quien le escriba. Pero En agosto nos vemos es imposible sin el genio de García Márquez, sin su visión del mundo, sin su legendario dominio del lenguaje. No es una obra maestra y no importa. Hay encanto en estas páginas. Y su lectura es un regocijo asegurado porque, por supuesto, hay belleza.

jueves, 14 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / Un pobre hombre

 



Triunfo Arciniegas
UN POBRE HOMBRE
14 de marzo de 2024

¿Quién será Alberto Barrios Méndez, cuya amistad nunca he solicitado? Un pobre diablo seguramente. ¿Por qué razón solicitaría su amistad si ni siquiera sabía que existía? Me dice: “No acepto amistad de uribestias químicamente blenorragias coprógrafos asquerosos”. Me pregunto si habrá vivido conmigo para hablarme con tanta confianza o si tal vez quiera vivir conmigo. Nos pasaríamos el tiempo discutiendo maricadas. No soy uribista ni bestia ni mucho menos uribestia. Tampoco creo que los seguidores de Uribe sean todos brutos ni los seguidores de Petro unos benditos iluminados. No entiendo eso de “blenorragias”. Los insultos han alcanzado un grado de sofisticación que se requiere el continuo uso del diccionario. ¿”Químicamente” será cierto grado del insulto? ¿Qué tan alto o qué porcentaje? Se queda uno con la duda. ¿Coprógrafos? ¿De qué mierda habla el señor? Dicen que de la abundancia del corazón habla la boca.

El país, barco a la deriva, se va al abismo, y el tal Alberto Barrios diciendo estas pendejadas. Se le nota el pataleo del desesperado. Del que en el fondo sabe que no tiene la razón. Del que reza para que su mujer no le sea infiel y espera un tiempo prudente en la esquina para que el otro se vaya. Del que se niega a las evidencias más obvias.

Algo debo estar haciendo bien si este pobre hombre se ofendió tanto. Lo único que lamento es que haya echado a perder la oportunidad de hacernos profundamente infelices.




miércoles, 13 de marzo de 2024

Chris Offutt / Lo que es alistarse en el ejército a los diecisiete


Chris Offutt

El escritor estadounidense Chris Offutt fotografiado en Milán en 2019.LEONARDO CENDAMO 


Chris Offutt: “El 90% de los escritores norteamericanos no saben lo que es alistarte a los 17 en el ejército para tener tres comidas al día” 

El escritor, que publica ‘La ley de los cerros’, carga contra la forma en que su país ignora el lugar de donde viene y contra aquello que la literatura margina: a quienes crecen en la clase de sitios en los que él creció

Laura Fernández

13 de marzo de 2024

Lleva una enorme piedra colgada del cuello. Es una piedra grisácea con un agujero. Fue así como se la encontró. “Ya tenía el agujero. Lo único que hice fue buscar un cordón y colgármela. Lleva conmigo desde entonces. Entonces yo debía tener siete años. Puede que ocho. Lo único que he hecho en este tiempo ha sido cambiarle el cordón. Así que puede decirse que llevo los cerros literalmente encima siempre”, dice. El que habla es Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 65 años), el rey de la grit lit, o literatura del arroyo, el violento y desesperado noir rural de currantes que viven en pueblos pequeños y dolorosamente empobrecidos, descaradamente marginados, a años luz de cualquier tipo de sueño, incluido aquel que debería pertenecerles: el americano. “Crecí preguntándome por qué no había libros que hablasen de los míos, ¿dónde estábamos? ¿Existíamos? Quiero pensar que estoy escribiéndonos para cualquiera que, como yo, se busque y por fin pueda encontrarse”, dice Offutt, y devuelve la piedra a su sitio. Se abrocha la camisa.

Sindy Hernández / Abelardo

 

Foto de Amalia Husny


Sindy Hernández

ABELARDO


Abelardo murió anoche, a los 103 años.

Era un tío materno con un retraso mental que le impedía hablar, leer y escribir. Fue como un niño de dos años cognitivamente, aunque caminaba normalmente, corría, se bañaba solo, sabía cocinar y en general era un adulto funcional y una persona feliz.

Hasta hace unos 30 años vivió en la tierra materna: Pacho, Cundinamarca. Cuando la familia que lo acogía migró a Bogotá Abelardo cayó en una depresión profunda por el paso del campo a la ciudad. En un punto, nadie podía hacerse cargo de él por falta de tiempo o de espacio (nuestro caso) y se quedaba todo el día encerrado en una habitación para que no corriera el riesgo de salir y perderse.

Afortunadamente un amigo muy querido nos consiguió un cupo en un geriátrico muy bonito en una zona rural y desde entonces Abelardo vivió allí con otros abuelitos, se convirtió en el favorito de todos porque era como un niño travieso pero amoroso y tierno. 

Allí rejuveneció, volvió a reír y correr por el monte. No dudamos de que sus últimos días estuvieron llenos de felicidad.

Recuerdo a Abelardo jugando con todos los primos cuando éramos niños como si él fuera uno más, y que para cada pregunta tenía la misma respuesta: una gran sonrisa sin dientes y los ojos llenos de alegría.

Lo veo soltando su cobija favorita que fue un regalo de mi mamá, para ir a correr por los cafetales y los naranjales de naranjas ombligonas en el monte de un Pacho celestial, con el sancocho divino de la abuelita Cleotilde dándole la bienvenida al otro lado.

Vuela alto tío Abelardo, descansa en paz.



Triunfo Arciniegas / Diario / Las ciudades y el mar


Great Silas at Night, 1909
Robert C.  Minor


Triunfo Arciniegas
LAS CIUDADES Y EL MAR
13 de marzo de 2024

Sucedió después de alimentar a los gatos. Me despiertan entre las tres y cuatro de la madrugada, más cerca de las tres que de las cuatro. No maúllan. Permanecen mirándome con fijeza, como estatuas, sin un solo parpadeo. Si no consiguen despertarme, Mío estira una pata y me toca. O hace cierto ruido, un leve y sordo gruñido. Despierto y veo esos ojos intensamente abiertos. Esclavo de los dioses, no tengo opción.

Bajé a darles comida y volví a la cama. Estaba decidiéndome entre una nueva lectura de En agosto nos vemos o comenzar una serie de Netflix. Pensé en dejar pasar un día más antes de confirmar una sospecha con una cuarta lectura de la novela y encendí el televisor. Me dormí antes de encontrar la serie.

Me habían invitado a una mesa redonda pero no tenía claro el tema. Le pedí el programa a alguien y vi que debía hablar sobre las ciudades y el mar. Había acudido al evento con tres acompañantes: una pareja amiga y una mujer que había sido mi novia, alta y morena, una mujer muy bella y difícil. Tana Soledad, en la vida real, un amor casi platónico. Era como si de un sueño hubiese pasado a otro. Uno del que me habían mandado muy bien vestido. Alababan mi pinta pero tenía la certeza de que otros me habían vestido así. Ni siquiera había pagado por los trapos. Además, estaba pensando en mi discurso y cómo salir del paso sin tanta vergüenza. Por suerte, éramos muchos los invitados y las intervenciones serían muy cortas. Una de las invitadas, que se me hacía muy conocida, rubia y pequeña, me trató con cierta familiaridad y terminamos juntos en la mesa. Sé de quién se trata en la vida real, y ya no somos tan amigos.

Me desperté pero regresé de inmediato. Ya he pasado antes por estos sueños intermitentes. La “mesa” había cambiado. Ya no estábamos frente al público sino a uno y otro lado de una larga mesa, sin que importara que la mitad de los invitados le diera la espalda al público. Ya tenía una estrategia para mi participación. Enfrentaría las palabras ciudad y mar o ciudad y agua, a la manera del binomio mágico de Gianni Rodari: ciudad sin agua o ciudad inundada, ciudades en el mar o ciudades en el desierto, hombres de ciudad y hombres de mar. Algo así. La rubia, que ahora lucía un nuevo y atrevido atuendo, casi un traje de baño con algunas cintas, se paseó sonriendo a mi alrededor. Otra mujer me hacía compañía, una tal Mariana, una bella decepción de la vida real. Me enseñaba su ombligo y algo más abajo para demostrarme que estaba muy delgada. Me abrazaba como si fuéramos viejos amigos. No estaba para nada preocupado por la antigua novia que me esperaba en el público. Ya a punto de iniciar el acto, me acomodé entre Mariana y la rubia. Me sentía bien a pesar de lo poco preparado que había llegado. Desperté.

Cuando volví al sueño estábamos comiendo. Todo había salido perfecto y nos sentíamos felices. Parecía que estuviésemos en un gran banquete pero, en realidad, sólo consumíamos gelatina. Temblorosos, coloridos y brillantes trozos de gelatina. Todos los invitados teníamos una pequeña lámpara al lado. Alguna falló y acudí a repararla de inmediato. De un momento a otro tenía frente a mí una hilera de personas con sus lámparas desajustadas. Me habían convertido en un experto en lámparas.



martes, 12 de marzo de 2024

Casa de citas / Cioran / Dioses

 


Emil Cioran

DIOSES


Los dioses antiguos se burlaban de los humanos, los envidiaban, los acosaban y, llegado el caso, los mataban. Al Dios de los Evangelios, menos burlón y menos celoso, los mortales, en sus infortunios, ni siquiera tienen el consuelo de poder acusarle. Ahí es donde habría que buscar la razón de la ausencia o de la imposibilidad de un Esquilo cristiano. El Dios bueno ha matado la tragedia. La literatura le debe mucho más a Zeus.


Emil Cioran

'Del inconveniente de haber nacido'





Una foto / Famisas actrices

 


FAMOSAS ACTRICES

Jessica Lange, Michelle Yeoh, Emma Stone, Charlize Theron, Jennifer Lawrence y Sally Field 

Ceremonia de los Oscar 2024

lunes, 11 de marzo de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / En agosto nos vemos

 

Foto de Triunfo Arciniegas



Triunfo Arciniegas
En agosto nos vemos o la ficción como consuelo
8 de marzo de 2024

Leí En agosto nos vemos en dos sentadas, regocijado y sobre todo agradecido. Creo que las advertencias frenan el entusiasmo del lector, que se dispone más a encontrar las fallas que al pleno disfrute de la obra. Hay que lanzarse al agua sin pensarlo dos veces y que el viento se lleve los comentarios negativos de la gente que no ha leído el libro. Hay gente así.
La novela es una delicia y, si García Márquez hubiese contado con mejor salud, la hubiese enriquecido. Pero es lo que hay. ¿Debió publicarse? Por supuesto que sí. Es puro García Márquez, con su manera de decir las cosas y esculcar las costuras de la vida, con su particular ojo para los adjetivos y esos personajes que intercambian sentencias en vez de conversar como la gente. No se trata de una obra inconclusa: su remate es no sólo sorpresivo sino súbito y eficaz, es decir, perfecto. La novela se distingue por su redondez.
No creo que perjudique la lectura de nadie si digo que la trama se centra en los viajes que una mujer madura hace en sucesivos agostos a la isla donde yacen los restos de su madre. Los viajes de devoción y placer y la vida conyugal. Placer y frustración, porque no todas noches son felices, dicha y agonía, porque hay de todo. Los viajes modifican la vida doméstica. En los distintos capítulos seguimos como si nada los movimientos tanto del marido como de los hijos. El varón, de veintidós años, primer chelo de la Orquesta Sinfónica Nacional, y Micaela, de dieciocho, que quiere profesar en la orden de las Carmelitas Descalzas. Ambos terminarán abandonando el hogar, pero el matrimonio continuará contra viento y marea.
El primer capítulo, publicado por la revista Cambio el 5 de abril de 1999, con el mismo título de la novela, me parece deslumbrante. También el tercero, publicado por la misma revista el 19 de mayo de 2003 bajo el título “La noche del eclipse”. Supongo que, si la señora muerte no se hubiese atravesado, García Márquez habría publicado en dicha revista el quinto capítulo, que se me antoja llamar "El obispo". Así tendríamos las tres noches felices, y muy bien contadas, porque en las demás la suerte no acompaña a la protagonista. Tres capítulos preciosos.
La publicación de los dos capítulos en la revista implica la total aprobación por parte del autor. Y podría decirse que los restantes cuatro capítulos no resultan inferiores. De ninguna manera leemos un borrador crudo o un esbozo o un proyecto de novela. Con los años, por lo general, el artista no se orienta hacia la complejidad sino hacia la simplicidad. Léase Borges. O Picasso. Con Joyce sucedió lo contrario: el genio sobrepasó los límites después de Ulises y se sumergió en un territorio donde nadie podía seguirlo.
El artista no tiene porqué escribir o pintar a mi antojo ni nació para complacerme. El lector va a la obra tal cual es, en una perpetua y feliz cacería de hallazgos, y no como un sujeto temeroso de las posibles trampas del camino.
Con una segunda lectura, saltándonos las prescindibles arandelas del prólogo, la nota del editor y las cuatro páginas facsimilares, que sobre todo sirven para dar cuerpo al libro por razones comerciales, tendremos una mejor visión de la obra. Porque García Márquez es para releer y subrayar, como cuando habla del matrimonio de Ana Magdalena Bach, la protagonista, “sostenido hasta entonces por una felicidad convencional que esquivaba las discrepancias para no tropezar con ellas, como se esconde la basura debajo de la alfombra” o “Al menos cinco amigas suyas habían tenido amores furtivos hasta donde les alcanzó el cuerpo y habían mantenido al mismo tiempo matrimonios estables”.


Una segunda lectura nos permitirá advertir que Ana Magdalena piensa que debería estrenar descalza el huipil oaxaqueño que compra en la isla y es el mismo que su hija usará luego para ingresar a las Carmelitas Descalzas. Un huipil que una mujer luce con la intención de quitárselo ante un señor y que la otra se pone para recibir al Señor: erotismo y religión se devoran como serpientes. O que en el capítulo cuarto la mujer empieza leyendo Crónicas marcianas en la isla, y luego, en casa, termina El ministerio del miedo, un detalle que un editor hubiese remediado de fácil manera. Un error que se comete a cualquier edad. Y en la literatura abundan, como los camaleónicos ojos de Emma Bovary.
Me emociona que García Márquez haya cedido a la protagonista sus libros amados, Drácula, Diario del año de la peste, Crónicas marcianas, entre otros, y me imagino que también su propia música. No hay que olvidar que leemos sobre las andanzas de una lectora. No hay que olvidar que don Quijote y la señora Bovary son consumados lectores. La gente que lee descifra el mundo de otra manera.
¿Se justifica el revuelo mediático? Se trata del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el escritor más grande de nuestros tiempos, un genio indiscutible. Al maestro se le admira en todas partes del mundo y a nadie sorprende la inmediata avalancha de traducciones. Es una mina de oro, entre otras cosas, y lo fue a partir de Cien años soledad. Sus herederos se vuelven mucho más multimillonarios. Sus editores brincan en una pata. Sus lectores estamos regocijados y agradecidos.
Nadie pierde. Qué dicha, por unos días hablamos de un escritor y no de un asesino al que un oscuro presidente le tiende la mano, hablamos de una novela y no de las pestilentes tramas de los poderosos que se empeñan en jodernos la realidad, hablamos de la vida y no de un país cuyos políticos desbocan al abismo. La ficción, exquisito consuelo, nos permite semejante delirio. La prodigiosa imaginación de un solo hombre y su mágico dominio de las palabras entretienen y sostienen al mundo entero.

Con una segunda lectura, saltándonos las arandelas del prólogo, la nota del editor y las cuatro páginas facsimilares, que le dan más cuerpo al libro pero que a la larga resultan prescindibles, tendremos una mejor visión de la obra. Porque García Márquez es para releer y subrayar, como cuando habla del matrimonio de Ana Magdalena Bach, la protagonista, “sostenido hasta entonces por una felicidad convencional que esquivaba las discrepancias para no tropezar con ellas, como se esconde la basura debajo de la alfombra” o “Al menos cinco amigas suyas habían tenido amores furtivos hasta donde les alcanzó el cuerpo y habían mantenido al mismo tiempo matrimonios estables”. 

Me emociona que García Márquez haya cedido a la protagonista sus libros amados, Drácula, Diario del año de la peste, Crónicas marcianas, entre otros, y me imagino que también su propia música.

¿Se justifica el revuelo mediático? Se trata del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, el escritor más grande de nuestros tiempos, un genio indiscutible. Al maestro se le admira en todas partes del mundo y a nadie sorprende la inmediata avalancha de traducciones. Es una mina de oro, entre otras cosas, y lo fue a partir de Cien años soledad. Sus herederos se vuelven mucho más multimillonarios. Sus editores brincan en una pata. Sus lectores estamos regocijados y agradecidos.

Nadie pierde. Qué dicha, por unos días hablamos de un escritor y no de un asesino al que un oscuro presidente le tiende la mano, hablamos de una novela y no de las pestilentes tramas de los poderosos que se empeñan en jodernos la realidad, hablamos de la vida y no de un país cuyos políticos desbocan al abismo. La ficción nos permite semejante delirio. La prodigiosa imaginación de un solo hombre y su mágico dominio de las palabras entretienen y sostienen al mundo entero.




jueves, 7 de marzo de 2024

Wislawa Szymborska / Una del monton

 

Wislawa  Szymborska


Wislawa Szymborska 

UNA DEL MONTÓN 


Soy la que soy.

Casualidad inconcebible

como todas las casualidades.


Otros antepasados

podrían haber sido los míos

y yo habría abandonado

otro nido,

o me habría arrastrado cubierta de escamas

de debajo de algún árbol.


En el vestuario de la naturaleza

hay muchos trajes.

Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.

Cada uno, como hecho a la medida,

se lleva dócilmente

hasta que se hace tiras.


Yo tampoco he elegido,

pero no me quejo.

Pude haber sido alguien

mucho menos individuo.

Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,

partícula del paisaje sacudida por el viento.


Alguien mucho menos feliz,

criado para un abrigo de pieles

o para una mesa navideña,

algo que se mueve bajo un cristal de microscopio.


Árbol clavado en la tierra,

al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada

por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella

que para algunos brilla.


¿Y si despertara miedo en la gente,

o sólo asco,

o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacido

no en la tribu debida

y se cerraran ante mí los caminos?


El destino, hasta ahora,

ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado

recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado

de la tendencia a comparar.


Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,

lo que habría significado

ser alguien completamente diferente.


Wislawa Szymborska

Instante, Ediciones Igitur Poesía, 2004.)

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